La Jaula de oro


 La jaula de oro
Alberto Flacco 


"La jaula de oro"

Nadie nunca espera encontrarse con una noticia de tal magnitud, y mucho menos a orillas de un país que no habla tus mismos códigos ni tu misma patria. El sentirse foráneo a veces escala a niveles impensados, sobre todo cuando los sucesos marcan tan profundo en el ser.

Mucho menos cuando la distancia con quienes pueden proveer una caricia se encuentra detrás de una pantalla virtual, haciendo que nuestros sentimientos se asemejen a los de quienes están tras las rejas. Obviamente, esta sería una jaula de oro, pero una prisión al fin. Porque en estos momentos, donde la familia y los amigos pueden ser cruciales para nuestro salvataje en un mar de desesperanza, ellos están atrapados en otra realidad, lejos del alcance de nuestros abrazos y de nuestras respiraciones.

Migrar es una tarea para personas con coraje. Pero también se parece a quienes, por diversas razones, toman la valija y se lanzan a pelear por un futuro mejor. Es obvio que, en los momentos de decisión, uno no contempla todos los problemas —o si lo hace, los observa quitándoles el filo del dolor que provocan.

Porque, digamos la verdad: el problema no es tal si tiene solución. Lo difícil del problema es superar el dolor que nos causa.

Y no les hablo del dolor de tener que pasar días y noches sin comer, porque siempre hay un amigo o una persona —como enviado de Dios— que nos ofrece abrigo y casa. Hablo de los problemas que se sufren con incertidumbre, con rabia, con ese impulso de mirar al cielo y preguntar: “¿Por qué a mí?”.

De esos problemas hablo. De los que no tienen soluciones rápidas. De esos para los que solo la compañía de quienes nos vieron dar nuestros primeros pasos puede brindar consuelo.

Migrar también es extrañar momentos simples pero épicos. Es atravesar instantes de soledad. Pero gracias a las redes, siempre hay amigos. Y con el paso de las aventuras, uno se va abriendo, y ellos ya no son solo amigos: se vuelven hermanos.

Y se convierten, poco a poco, en la familia que también quedará en esta jaula… y que nos despedirá, entendiendo que también nosotros debemos migrar —una vez más— hacia la libertad.

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