El pais de lo absurdo
En el país de lo absurdo por Alberto Flacco
No hay momento más nostálgico que el sonido del aceite friendo milanesas… o mejor aún, torta frita un día de lluvia.
Acá, si la lluvia cae, los autos siguen. La gente no sale. Algunos preparan la cena a las cinco de la tarde.
Nadie dice “che, conseguí harina y grasa”, o va a comprar unos bizcochos a la panadera del barrio.
Hay cosas que uno sacrifica por estar bien económicamente.
Pero qué sé yo... Argentina es un caos y siempre lo va a ser: con el Turco, el Tuerto o el Peluca.
Siempre es y será tierra de maravillas monumentales.
Damos de qué hablar a quienes, en el hemisferio del primer mundo, nos miran con zozobra.
Damos cátedra de cumbia a quienes aprenden sus primeras frases criollas.
Y por soberbios, caemos en creernos más que quienes están igual o peor que nosotros.
Pero somos lo que somos.
Las estrofas sobran para este cántico, pero somos lo que somos: podemos ser lo mejor, como también lo peor… y con tanta facilidad.
En donde exista una canción a orillas del mar, donde todavía cantamos, donde Dios puso su mano y se mudó a Mardel en verano.
El país donde existe una zamba para olvidar, y donde aún existen los Totales.
Donde existen quienes aún aprenden a volar y se pintan de color esperanza.
La tierra que reconoce como música clásica a Los Palmeras y a la risa del ricotero: ¡Jijiji!
Hablo de una tierra donde conviven en nuestro corazón el Capitán Beto con su nave, y el Capitán Piluso con sus tardes.
Donde tenemos nuestro remedio sin receta, y Tu amor, mi enfermedad.
Donde nuestras confesiones de invierno nos dicen al pueblo argentino...
Salud.
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